"Tengo el consuelo de haber permanecido un hombre honesto entre la oscuridad de perversión y la atmósfera de crimen. He luchado por la defensa del orden, en nombre de la justicia, como luchan los soldados para la defensa de su país. Padecí tantos riesgos como ellos, y expuse mi vida cada día como ellos hacen. "
François Eugène Vidocq fue el ladrón más buscado y el más maldecido de toda Francia durante casi dos décadas, hasta que un día él mismo decide cambiar su modo de vida para convertirse en defensor de la Ley y en el mejor de los policías. Es un personaje tan interesante, con una biografía tan sorprendente, que ha inspirado a autores como Víctor Hugo, Balzac, Dumas o el mismo Edgar Allan Poe.
Nació un 23 de julio de lluvia intensa en 1775 en el pueblo francés de Arras mientras los truenos y relámpagos resonaban en toda la comarca, como prediciendo que su futura vida sería tan tempestuosa como lo estaba siendo esa noche.
La premonición no fue muy desacertada. Desde muy niño destaca por su espíritu aventurero y su afición a la espada. A pesar de que sus padres lo mandan a estudiar para que se convierta en una persona de provecho, el joven François se divierte más escapándose para tomar lecciones de esgrima y aprender a manejar los distintos tipos de espadas y floretes. No es que fuese un mal chico, todo lo contrario, tenía un buen corazón y le gustaba defender a los más débiles, simplemente era un fanático de la acción y la aventura.
A los 16 años, mata por accidente a un adversario al que había retado en duelo para defender a una chica que estaba siendo acosada y se ve obligado a huir de su casa al ver que la policía le buscaba por homicidio. Durante una temporada que pasa viviendo en la calle como fugitivo se une a un grupo de contrabandistas y aprende de los mejores ladrones la profesión de delincuente, un arte que más adelante le resultaría muy útil.
Finalmente la policía consigue atraparlo tras varias pesquisas y es encerrado en prisión, pero no por mucho tiempo, porque consigue escaparse disfrazándose de funcionario de prisiones y se va como voluntario al ejército huyendo de la policía.Dentro de la compañía pronto se distingue por su personalidad impulsiva.
En los seis primeros meses se bate en duelo quince veces saliendo victorioso de todos ellos, hasta que un día no tiene tanta suerte con uno de sus adversarios, que resulta ser un alto mando del ejército: Vidocq no apreciaba demasiado la autoridad y no puede evitar golpear a un coronel cuando éste le insulta delante de todos los soldados. Por esta falta, considerada una falta grave, se escapa de la horca por los pelos pero es encerrado en la prisión de Lille. Allí tampoco puede evitar infringir las normas. En su celda conoce a un condenado que había robado comida para sus hijos y se compadece de él porque considera que ese tipo de robo no es delito en absoluto y le ayuda a escaparse falsificando una autorización de libertad.
Esto le cuesta caro, y su condena aumenta cinco años la condena que se encontraba cumpliendo, aunque no tarda más de unos días en fugarse y decide irse furtivamente a París.Por ese entonces, hacia el año 1792, la Revolución francesa había comenzado. Los ciudadanos franceses se alzaron contra el tiránico monarca Louis IXV hasta destronarlo, decapitar a Marie Antoinette y encerrar o someter a la aristocracia al mortífero invento de Joseph Guillotine.Vidocq se dedicó una buena temporada a vagar por la capital francesa malgastando su dinero en tabernas y mujeres, hasta que no le quedó más remedio que convertirse en carterista y estafador para poder vivir y pagar sus vicios, pues para un ex convicto no era nada fácil llevar una vida honrada.
Fue detenido en varias ocasiones por robo, pero siempre conseguía huir de la celda de castigo con una facilidad digna de admiración y asombro, aunque él lo considerase como un divertido juego de niños. Los celadores le conocían por el mote de "el Rey de la evasión".Así estaría durante 10 años, saliendo y entrando de la cárcel, unas veces disfrazado de funcionario de prisiones, otras veces amordazaba y quitaba la sotana a los sacerdotes que prestaban atenciones espirituales a los reclusos para irse disfrazado de cura, e incluso llegó a maniatar a alguna mujer que visitaba la prisión, para escaparse vestido con ropa femenina.
Finalmente, a principios del año 1800, cansado de esa vida de delito y escapismo, se presenta una mañana en el despacho del general de la policía parisina Dubois dispuesto a cambiar su estilo de vida y le dice que está harto de ser lo que es y quiere convertirse en un hombre honrado. El general, que conocía perfectamente las hazañas de Vidocq, lo observó unos momentos con desconfianza, pero acto seguido dio muestras de interés por su oferta: Vidocq conoce a los criminales -pensó-, conoce sus escondites, sabe donde encontrar a los ladrones más buscados, y solo él puede mezclarse con todos los contrabandistas y asesinos. Si lo reclutaba, podrían atrapar a unos cuantos de los más buscados... Si. Era una propuesta de lo más sugerente... pero... no. No podía arriesgarse a cometer un error ni a ser burlado de nuevo por ese ladronzuelo, como en tantas ocasiones... pero bien era cierto que ese tipejo sabía más de delincuencia que cualquier investigador en París, o mejor dicho, ¡en toda Francia!
Él podía facilitar nombres, direcciones y muchas más cosas que las autoridades de todo el país pagarían por conocer...
Tras unos minutos de deliberación consigo mismo, el general determinó que Vidocq era una persona que le convenía reclutar, aún así, se trataba de "el Rey de los delincuentes", y no terminaba de fiarse de él. Tenía que ponerlo a prueba...Mirándole directamente a los ojos para imponer su autoridad, Dubois le dice con voz firme que le va a dar un voto de confianza: si es capaz de cumplir una condena entera sin fugarse, habría pagado su deuda con la sociedad y podría fiarse de su palabra, y en unos meses, cuanto le diesen la libertad condicional por buen comportamiento le prometía volver a reunirlo en el despacho para hablar de ese asunto. Vidocq a su vez pensó unos segundos en la promesa y respondió rápidamente que le iba a demostrar que podía confiar en él.
Le pidió que eligiese a sus mejores hombres para que lo custodiasen hasta la prisión, y si era capaz de liberarse en ese tramo no se escaparía como en tantas ocasiones, sino que volvería a su despacho a verle. Esa era la mejor prueba que podía darle de su fidelidad.Dubois no dudó en mostrar su conformidad, pero más por curiosidad que otra cosa, porque estaba convencido que no podría escaparse tan fácilmente si lo llevaban maniatado hasta la cárcel.
Era prácticamente imposible que en el corto trayecto de la comisaría a la prisión pudiera soltarse, y más, completamente atado de pies y manos. Llamó a dos de sus mejores hombres, lo esposaron y se lo llevaron para encerrarlo. No pasó más de una hora, cuándo Vidocq volvió a entrar en el despacho con una sonrisa de oreja a oreja exclamando de la manera más sarcástica posible:
"¡Sus hombres parecen haberme extraviado, general!".
El policía cumplió su promesa y a los pocos días Vidocq volvió a la prisión, pero esta vez como informador de la policía. Su paga al principio no era monetaria, era un contrato verbal que lo absolvía de todas las condenas pendientes de una vez por todas. Empezó siendo un período de prueba, un compromiso entre ambos. Si el policía no creía que Vidocq realizaba su parte del negocio, el contrato sería anulado y el Rey del Escapismo sería encerrado en la prisión durante muchos años.
La verdad es que no le costó mucho infiltrarse entre los delincuentes. Utilizó todos sus conocimientos en el arte del crimen y año tras año se fue ganando el reconocimiento de las autoridades francesas. Una vez que ganó la suficiente popularidad se las ingenió para fundar y dirigir una unidad de prevención del crimen en el año 1811, que llamó La Brigada de Seguridad, una institución oficial como la policía secreta, que tenía como misión vigilar estrictamente pero de incógnito a los antiguos presidiarios propensos a reincidir y a los conocidos criminales de la ciudad, con libertad absoluta para detener a quién creía necesario.
La Sociedad de Vidocq la forman un grupo de profesionales, tanto policías como investigadores, médicos forenses, delincuentes y ex convictos. A lo largo de 16 años reúne un grupo de informadores muy eficaces que extiende por casi toda Europa. A cada uno le había enseñado previamente el arte de los disfraces y el comportamiento de los criminales para que sepan infiltrarse en cualquier banda del país y sacar información sin ser descubiertos. Sus hombres los había elegido él personalmente entre aquellos policías que mejor conocían París y entre algunos antiguos delincuentes dignos de su confianza. Su meta era según él "penetrar en el abismo del crimen".
Además, no conforme con formar a la perfección a sus hombres, el camaleónico Vidocq es la primera persona en la historia de la policía a la que se le ocurre elaborar un registro de delincuentes para tenerlos localizados, es también el primero en hacer moldes de escayola a las huellas de zapato que se encuentran en el lugar del crimen, y ni que decir tiene que es un genio en el arte del disfraz y que se sirve de ello para infiltrarse en grupos peligrosos.
Estos métodos le permitieron atrapar un número elevado de delincuentes en muy poco tiempo, lo que le valdría el reconocimiento de los ciudadanos y los celos por parte de la policía francesa, además del desprecio de los delincuentes, quienes lo consideraban un traidor. El resentimiento entre los oficiales de la policía era totalmente comprensible, porque en muy poco tiempo La Brigada de Seguridad de París alcanzaría tanta reputación, como la que tendrían un siglo más tarde Scotland Yard en Londres o La Brigada de Investigación Criminal en Estados Unidos, reuniendo más logros de los que habían logrado los agentes locales en varios años.
Cansado de las envidias y reproches por parte de los compañeros, se retiró en 1830 y fundó una agencia privada, La Agencia de Investigación de Vidocq.
Entre sus empleados, tal y como había hecho con la agencia estatal, reclutó a varios ladrones expertos en extorsiones y conocedores del mundo criminal para combatir los delitos de robo y estafa.
Como Vidocq era una persona muy popular y de efectividad reconocida, en menos de dos años los casos por resolver crecieron hasta tal punto que el personal de la agencia se incrementó a un total de 20 hombres dispuestos a investigar desde el más pequeño robo, la más misteriosa desaparición o el más terrible de los homicidios.
Sus clientes eran cada vez más numerosos. La mayoría de la gente ya no presentaba sus denuncias a la policía local, sino que directamente se presentaban en la Agencia de Investigación, cosa que no gustó nada a sus viejos enemigos de la Prefectura, quienes puestos en un serio aprieto, hicieron todo lo posible para desacreditarlo y encerrarlo de nuevo en prisión por intrusismo profesional.
A los 70 años decidió entrar en un semi-retiro para dedicarse al mundo de la literatura y escribir una serie de novelas y memorias basadas en sus experiencias como investigador, a la vez que, por puro placer, realizaba pequeñas pesquisas para amigos que solicitaban su ayuda.
Así vivió unos años en tranquilidad hasta que fallece a la edad de 81 años.Carterista, fugitivo, agente secreto, jefe de detectives, investigador privado y autor.
Todas estas personalidades combinadas para producir una de las biografías más asombrosas de uno de los hombres más asombrosos en la historia de la investigación criminal.
Sin duda alguna, en la actualidad François Eugène Vidocq se encontraría realizando alguna misión arriesgada para los servicios secretos franceses, posiblemente ocupando el puesto de Jefe del Grupo Operativo...
Pili AbeijónCriminóloga