El terrible crimen de Sylvia Likens

En el año 1965 la policía encontró en un sótano en Indiana el cuerpo de una chica terriblemente torturado, mutilado y violado.

La víctima: Sylvia Likens, una niña de 16 años. Los agresores: una madre de familia con siete hijos, los vástagos en cuestión y una gran cantidad de amigos y vecinos. Ninguno de ellos supo jamás explicar el por qué.

Gertrude Baniszewski no tuvo una buena infancia. Su padre murió cuando era muy pequeña y su madre se quedó sola al cuidado de seis niños. Cuando Gertrude cumplió los 16 años se casó con John Baniszewski, de 18 con el que tuvo cuatro hijos. Su matrimonio no fue bien y después de diez años se separaron. Se casó poco después con Ed Gutherie, pero la relación no funcionó y se divorciaron tres meses más tarde. Ella dijo que esa boda había sido un error. Como no soportaba estar sola, volvió a casarse con su primer marido, John. Los problemas no se habían solucionado y la pareja se disolvió de nuevo. Gertrude, que se sentía sola otra vez, se mudó con Dennis Lee Wright, quien le dio a su séptimo hijo antes de marcharse. Además de estos embarazos, ella tuvo seis abortos.

Gertrude Baniszewski se encontró a sí misma sola, con 37 años y la apariencia de una mujer de 60, con siete niños, asma, una gran adicción al tabaco y al alcohol. El único dinero que tenía para alimentar a su numerosa prole era el que conseguía sacar a los padres de sus hijos y el que obtenía de pequeños trabajos de limpieza y planchado en casas ajenas.




Sylvia también venía de un hogar disfuncional. Tenía cuatro hermanos, todos gemelos; dos mayores que ella (Diana y Daniel) y dos menores (Jenny y Benny). Sus padres, Bertha y Lester, se peleaban muy a menudo; nunca había comida suficiente para los cinco hijos y se mudaban continuamente por motivos económicos. Además Betty había sido detenida varias veces por robar en tiendas. Aunque sus progenitores nunca se divorciaron, terminaron separados.
Tan solo Sylvia y Jenny vivían con su madre en Indiana.

Los padres de Sylvia decidieron ir de viaje a las ferias, para vender alimentos, pero no podían llevarse a Sylvia y a Jenny, que tenía poliomielitis y una pierna deformada. Un amigo de Lester les presentó a Gertrude, que trabajaba limpiando casas y planchando. Ellos ya la habían visto varias veces en la iglesia, y sabían que tenía siete hijos (Paula, John, Stephanie, Marie, Shirley, James y Dennis) así que por unos muy necesarios 20 dólares a la semana, le dejaron a las dos niñas al cuidado.



Gertrude y sus hijos vivían el 3850 de East New York St. Indianápolis, Indiana, y allí es donde se mudaron las dos niñas. Sylvia tenía 16 años, era alegre y buena, ayudaba mucho en su propia casa, limpiaba y planchaba y hacía las labores. Tenía una peculiar sonrisa siempre con los labios cerrados porque le faltaba un diente de delante. Su hermana Jenny, de 15 años, era más pequeña de lo que debería y tenía una pierna más corta y algo deformada porque sufrió poliomielitis cuando era más joven. Era callada y tímida, pero a pesar de su enfermedad, le gustaba mucho patinar y bailar.

Cuando llegaron a su nuevo hogar se llevaron muy bien con los hijos Baniszewski. Los problemas empezaron justo una semana más tarde.

El dinero de los padres de las niñas no llegó el día acordado, así que Gertrude las arrastró hasta el sótano, les obligó a quitarse las faldas y la ropa interior y cogió una pala.

“Bien, perras he cuidado de vosotras una semana gratis, el dinero de vuestros padres no ha llegado”

Empezó a azotarlas, pero como Jenny era la más pequeña y débil debido a su condición, Sylvia se ofreció a recibir el castigo de ambas.

El dinero llegó a la mañana siguiente, el cartero se había confundido con la dirección.

Dos días después de este suceso, los padres de Sylvia y Jenny hicieron una parada en sus ferias para pasar a ver a las niñas. Ellas no contaron lo sucedido y se fueron muy satisfechos. Todo parecía estar bien pero no volverían a ver a su hija mayor con vida.


Sylvia y su madre Betty


Gertrude empezó a cogerle manía a Sylvia, y encontraba un gran desahogo en pegarle con una pala de casi un centímetro de grosor. Su asma y sus achaques le impedían golpear a la niña todo cuanto quería, así que su hija Paula, que tenía 17 años y obesidad (pesaba 89 kilos) la relevaba cuando se cansaba. Paula disfrutaba mucho con su nuevo poder.




Un día Gertrude se obsesionó con que Sylvia pasaba demasiado tiempo en la tienda de alimentos. Ella trató de explicárselo, había encontrado botellas vacías y si las devolvía a la tienda le daban algunos centavos. Gertrude se cansó de oírla, le pegó y le obligó a introducirse una botella de Coca-Cola en la vagina delante de todos sus hijos y su hermana Jenny. La botella se rompió y los cristales le desgarraron las paredes internas. Todos excepto su hermana estallaron en carcajadas, mientras Gertrude fumaba un cigarrillo tras otro.


Fotografía de la cocina, donde se aprecian las botellas de Coca-Cola


Conforme iba pasando el tiempo, Gertrude iba encontrando en Sylvia el origen de todos sus males y empezó a echarle la culpa de todo lo que ocurría en la casa. Primero dejó de darle de comer mientras todos se sentaban en la mesa. Su hermana Jenny robaba a veces un pedazo de pan, pero tenía demasiado miedo como para protestar.


La cama donde dormía Sylvia

Un día Sylvia robó a escondidas el chándal de Paula, porque necesitaba llevar ropa de deporte a la clase de gimnasia. Cuando Gertrude se enteró, mandó a una de sus hijas, Stephanie, que en aquel entonces era prostituta y a su novio Coy Hubbard, que tenía 15 años, tirarla por las escaleras del sótano.




Coy hacía llaves de judo y decidió que practicar con la niña sería muy divertido. A partir de aquel momento la lanzaba por los aires con intención de que cayera en un colchón en el suelo, pero siempre “fallaba”. A todos excepto a Paula les encantaba el numerito.

El reverendo Roy Julian y la señora Saunder, una enfermera, se preocuparon por Gertrude. Ella les dijo que tenía en su casa a una prostituta que estaba corrompiendo a sus hijos. Aunque ellos se compadecieron nunca volvieron a preguntar.

Los castigos aumentaron en frecuencia e intensidad. Gertrude ponía a Sylvia en el centro de todos y le quemaba los brazos con un cigarrillo. Este se convirtió en el pequeño placer de John Baniszewski, que tenía 12 años y era el hijo más pequeño. Le gustaba apagar cigarrillos en los brazos, piernas y la barriga de la niña. Además solía pegarle puñetazos en la cara y el estómago y le pisaba la cara contra el suelo. Empezó a traer a sus amigos a pasar la tarde torturando a la chica antes de que se fueran a su casa a la hora de la cena.




Las patadas en las piernas le debilitaron la vejiga y un día Sylvia se orinó en el colchón mientras dormía. Gertrude le introdujo una botella de Coca-Cola en la vagina otra vez y consideró que no estaba a la altura de los demás así que la condenó a vivir en el sótano.




A partir de ese momento se alimentaría con una pequeña cantidad de galletas saladas y agua. Además la obligaban a comer heces. Ella se deshidrató y desnutrió y se puso enferma y débil.
A veces la metían a la fuerza en bañeras de agua hirviendo hasta que se ponía roja. Una vez se desmayó y la sacaron a rastras de los pelos. Paula aplicó su tratamiento personal a las heridas de golpes y quemaduras, echándole sal.

Ricky Hobbs, un amigo de los Baniszewski odiaba a Sylvia porque cuando la conoció le pidió que saliera con él y ella se negó. Así que disfrutaba mucho con aquella situación. Él y Coy Hubbard la ataban a una viga en el sótano y le daban cientos de golpes. Una vez la agarró del cuello tanto tiempo que todo el mundo pensó que estaba muerta.

A Gertrude le asustó esa situación, así que para cubrirse las espaldas contó que Sylvia era una prostituta y problemática y que la habían mandado a un internado. Además la obligó a escribir cartas obscenas donde revelaba sus supuestas relaciones sexuales. Los vecinos oían los gritos y los golpes, pero no querían problemas y nadie dijo nada.




Los niños y jóvenes del pueblo, empezaron a frecuentar la casa Baniszewski y se unieron al juego de castigar a la puta. Algunos chicos traían a sus novias y amigos para que vieran o participaran en la tortura de la niña.

Uno de ellos hizo un dibujo de Sylvia desnuda en una actitud sexual. Los otros la besaban, mordían, pegaban y violaban.

Estaba atada en el sótano, pasando hambre y sed, frío y dolor. Gertrude cogió una aguja al rojo vivo y escribió en la barriga de la niña “Soy una prostituta y estoy orgullosa de ello”. Cuando se fatigó la relevó Ricky Hobbs, mientras John, el niño de 12 años la inmovilizaba por los brazos. Ricky paró para preguntar a la señora Baniszewski: “¿Cómo se escribe “prostituta”? Gertrude lo escribió en un papel y luego lo quemó en su estómago.




La hermana más pequeña, Shirley, de 10 años, intentó escribir una letra “S”. Ricky le ayudó con la primera curva, cuando se le ocurrió que sería muy divertido que fuera Jenny quien lo hiciera. La niña se quedó petrificada y se negó y no consiguieron obligarla. Shirley terminó entonces la segunda curva, pero la hizo al revés y al final grabó un “3” en el vientre de Sylvia. Cuando la aguja se enfrió y ya no dejaba marca, le rasgaron la piel hasta terminar el escrito. Después, Coy Hubbard le dio con el palo de una escoba en la cabeza y ella perdió la consciencia.

Para Gertrude éste era el peor castigo: “¿Qué vas a hacer ahora? Ahora no podrás mostrarte desnuda ante ningún hombre, nunca podrás casarte. Estas condenada a estar sola”.

Para esta mujer, que había estado y había temido tanto la soledad, este acto representaba la máxima tortura.

La niña, mutilada, lloraba, “No hay nada que se pueda hacer. Eso está ahí ahora.”

Paula le obligó a escribir una carta a sus padres que decía:

“Para el Señor y la Señora Likens:

Fui con un grupo de niños en el medio de la noche. Ellos me dijeron que me pagarían si les daba algo así que entré en el coche y todos consiguieron lo que querían...

Cuando terminaron me golpearon y me dejaron heridas en la cara y en todo el cuerpo.
Y también pusieron en mi estómago " Soy una prostituta y estoy orgullosa de ello”.

He hecho todo lo que podía para hacer que Gertie se volviera loca y (sic) hacerle gastar más dinero del que tiene. He roto el colchón nuevo y me (sic) he meado en él. También he hecho que Gertie tenga facturas médicas que ella realmente no puede pagar y he convertido a Gertie
en un manojo de nervios y a todos sus hijos....”


Los forenses no fueron capaces de dictaminar el momento exacto, pero afirman que llegó un momento en que la niña dejó de resistirse. Algunas fuentes fijan ese momento en un día que ella intentó escapar y le dieron una paliza, obligando además a su hermana Jenny a abofetearla en la cara. Después de esto le quitaron la ropa y hasta su muerte estuvo condenada a vivir desnuda.




El día antes de su muerte Paula volvió a echar sal por todas sus heridas. Por la mañana ella apenas estaba despierta, tenía múltiples cortes, heridas, quemaduras y moratones; apestaba, tiritaba de hambre y frío. Empezó a delirar y entre sus delirios hablaba de irse con sus padres, los alcanzaría en la feria y se irían juntos a casa.

Hicieron traer una manguera del jardín y se divirtieron mojándola, pero ella no se resistió. Stephanie y Ricky se dieron cuenta de que no respiraba. Ella intentó hacerle la respiración artificial pero no había nada que hacer. Estaba muerta.

La vistieron y Richard Hobbs llamó a la policía con la esperanza de que ellos le hicieran la reanimación artificial, que ella resucitaría y todo saldría bien. Además, como ellos la habían salvado, quedarían como héroes. Pero sus planes se vieron frustrados. La policía y los médicos declararon que era “el peor caso de maltrato de todo el estado de Indiana”.

Gertrude intentó librarse dándoles la carta que Paula le había obligado a escribir pero una desesperada Jennifer Likens susurró al agente: “¡Sáquenme de aquí y lo contaré todo!”




En el juicio, todos los hijos, vecinos y amigos reconocieron su parte de la culpa a excepción de Gertrude, que lo negó todo. Ninguno de ellos fue capaz de justificar las horribles torturas, violaciones y vejaciones a las que habían sometido a una niña inocente.

Gertrude Baniszewski fue declarada culpable de asesinato en primer grado y sentenciada a cadena perpetua. Salió en 1985, después de 20 años en prisión. Poco antes de su muerte reconoció por fin su responsabilidad en los hechos, que justificó con el alcohol y los medicamentos que tomaba en aquella época.




Paula Baniszewski fue declarada culpable de asesinato en segundo grado. Fue condenada a cadena perpetua. Se fugó de la cárcel con otra presa a los 23 años. Volvieron a capturarla y después de 7 años de servir en la cárcel le dieron la condicional.




John Baniszewski, de 13 años de edad, fue condenado a 21 años de cárcel, convirtiéndose en el preso más joven del estado de Indiana. Después de salir, se convirtió en pastor laico.

Stephanie Baniszewski fue declarada cómplice por tirar con Coy Hubbard a Sylvia desde las escaleras del sótano y provocarle una hemorragia cerebral, y pasó 1 año en prisión.

Coy Hubbard fue hallado culpable por homicidio impremeditado y sentenciado a 21 años de prisión. Entró y salió de la cárcel con frecuencia por diversos actos delictivos.

Richard Hobbs fue hallado culpable por homicidio involuntario y sentenciado a 21 años de prisión. Murió a los 20 años de cáncer de pulmón.




El caso de Sylvia Likens, que horrorizó a todo el país, inspiró varias novelas y películas como “The girl next door” y “An american Crime”, y es un caso en el que faltan las respuestas a un montón de preguntas. Y es que nadie aún supo responder a la más sencilla: ¿por qué?

Visto: CityDevil