El secuestro es la privación ilegal de la libertad de un individuo o grupo, generalmente con fines delictivos y casi siempre en contra de su voluntad, durante un tiempo determinado. A quien comete este acto se le denomina secuestrador. Quienes lo practican, buscan obtener una retribución económica (rescate); la atención de la opinión pública o de los medios; la difusión de un mensaje religioso, político o social; la consecución de una venganza; o satisfacer una necesidad emocional, sexual o afectiva.
Cualquier persona es susceptible de ser secuestrada. Los motivos pueden ser muy diversos, aunque los más comunes son obtener dinero o lanzar una proclama. Existen grupos delictivos o bandas dedicadas a secuestrar para cobrar rescates de diferentes montos; estos grupos tienen integrantes variados, con actividades especializadas que realizan durante el ilícito, agrupadas en las denominadas células: hay personas encargadas de planear el operativo; otros consiguen armas o aportan dinero para financiarlo; unas más estudian los movimientos de la víctima y consiguen información sobre ella; hay encargados de cometer el delito, matando a los acompañantes masculinos de la víctima y secuestrando también a los niños y mujeres que se trasladen en el mismo vehículo; también hay responsables de vigilar y atender a los secuestrados, proveyéndoles de comida, medicamentos y lo que puedan requerir mientras dure el cautiverio; otros son negociadores, con la función de comunicarse con la familia para fijar el monto del rescate, la fecha y entrega del dinero, y la liberación del cautivo; finalmente, los liberadores dejan a la víctima amarrada en un sitio despoblado, para que pueda ser hallada, o en su caso, la ejecutan y tiran su cadáver.
Un secuestrador estudia los movimientos de su víctima durante varios días o semanas, para familiarizarse con su rutina. El secuestro se realiza casi siempre cuando el objetivo viaja a bordo de un vehículo, al entrar o salir de su domicilio o de su trabajo, e inclusive mientras camina por la calle; un número menor se concreta en el interior del domicilio de la víctima.
A los lugares donde los secuestrados permanecen bajo custodia y vigilancia, se les denomina casas de seguridad, y por lo general van variando a medida que la víctima es cambiada de sitio para no ser encontrada. Cuando un secuestrador envía a la familia de la víctima o a las autoridades la muestra de que el secuestrado aún vive, se le llama prueba de vida; que puede consistir en una fotografía de la víctima con un periódico del día, una llamada telefónica personal o un video. La duración del cautiverio es variable, y puede ir desde unas horas hasta varios años.
Aunque siempre se ejerce violencia psicológica contra la víctima, cuando se aplica violencia física se denomina secuestro agravado. Esta puede darse mediante golpes, privación de alimento o sueño, abuso sexual o violación. Muchos secuestradores mutilan a sus víctimas, cortándoles dedos u orejas, para enviar estos pedazos a sus familias, como medida de presión psicológica. Si es necesario, la víctima es ejecutada. En muchos países, el secuestro es un delito grave, que puede ser castigado con prisión perpetua o la pena de muerte.
Una variante es cuando, como parte de un asalto, o de un atentado guerrillero o terrorista, los perpetradores retienen a un número indeterminado de personas dentro de una casa, departamento, comercio, oficina, edificio o vehículo terrestre, marítimo o aéreo. En estos casos, los secuestradores pueden permanecer durante horas o días, comunicándose con las autoridades policíacas establecidas, generalmente agentes especialmente entrenados para negociar con ellos. A las personas retenidas se les denomina rehenes y al evento, situación de rehenes. La mayor parte de las veces, los secuestradores liberan a ciertas personas del grupo (mujeres, niños, ancianos o personas enfermas), piden vehículos para escapar y exigen un monto económico o la liberación de personas encarceladas por diferentes delitos. Casi siempre, las situaciones de rehenes terminan con el arresto o muerte de los secuestradores, aunque muchas veces también mueren algunas de las personas retenidas o agentes policíacos.
Existen otras modalidades. El secuestro express es el acto de retener forzadamente a una persona desconocida, para que entregue el monto de sus tarjetas de crédito o débito, disponiendo de efectivo en los cajeros automáticos; casi siempre es liberada pocas tiempo después. También se aplica al acto de retener a una persona durante varias horas, para que su familia reúna una determinada cantidad de dinero y la entregue enseguida. Esta clase de secuestros rápidos y sin planeación, frecuentemente son obra de familias dedicadas a cometer delitos como robo de automóviles, a casas habitación, o asaltos. Una variante es el paseo millonario, en el cual la víctima toma un taxi y el conductor recoge, más adelante, a otros miembros de la banda delictiva, quienes asaltan al pasajero. Por lo general, el chofer finge ser asaltado también.
El secuestro virtual o extorsión telefónica es una modalidad de fraude en la cual, mediante llamadas telefónicas, se intimida a una persona haciéndole creer que un familiar ha sido secuestrado y exigiéndole que entregue de inmediato una cantidad de dinero en efectivo; también se le puede engañar, diciéndole que una persona cercana a ellos ha sufrido un accidente o necesita dinero para realizar un trámite. Otros aseguran que el interlocutor ha obtenido un premio y debe hacer un depósito para poder reclamarlo; o darle al delincuente los números de varias tarjetas telefónicas de prepago. Hay delincuentes que aseguran ser empleados de bancos, de instituciones públicas o privadas, y le solicitan a sus víctimas sus claves bancarias, números de tarjetas de crédito, o información confidencial, familiar, laboral y personal. A veces, se indica a las víctimas que deben depositar el dinero en cuentas bancarias indicadas por los delincuentes, o enviar el dinero a través de giros telegráficos o money orders. Las bandas o individuos dedicados a esto, pueden realizar miles de llamadas al mes. Muchos de ellos inclusive se encuentran presos y utilizan para esto teléfonos (satelitales, móviles o celulares) y radios. Por lo general, estos grupos nunca llegan a agredir físicamente a sus víctimas y en muchos casos, ni siquiera tienen contacto personal con ellas.
El secuestro parental es aquel en el cual uno de los padres se lleva a su hijo, sin el consentimiento del otro progenitor, a un lugar diferente a aquel en el que vive y privándolo del contacto familiar.
No debe confundirse el secuestro con el rapto, delito en el cual un menor de edad es sustraído o retenido, muchas veces contra su voluntad, con fines eminentemente sexuales; si la víctima está de acuerdo, se denomina rapto impropio o rapto consentido. Los raptores casi siempre conocen a la víctima y buscan un acercamiento erótico lícito (a través de un matrimonio forzado, sobre todo cuando los padres de un miembro de la pareja se oponen por ser menor de edad) o ilícito (para cometer abuso sexual o violación); la consumación de una actividad sexual puede darse o no en un caso de rapto.
Dentro de esta modalidad se encuentran los arrebatadores, quienes secuestran a los niños que encuentran caminando solos en carreteras, caminos vecinales o calles solitarias. Su modus operandi es obligar al menor a subir a su vehículo para llevárselo a un lugar apartado, violarlo, matarlo y deshacerse del cadáver tirándolo en un lugar solitario. La mayoría de los niños arrebatados mueren dentro de las siguientes horas y muchos nunca son encontrados.
En ocasiones, se utiliza erróneamente la palabra plagio como sinónimo de secuestro, o se llama plagiarios a los secuestradores; sin embargo, un plagio es el robo o la copia sin autorización de una obra de creación, para atribuirse su autoría; el plagio constituye una violación de la propiedad intelectual y nada tiene que ver con el secuestro.
Muchas personas desarrollan el llamado “síndrome de Estocolmo”, en el cual las víctimas de un secuestro se identifican con sus captores y establecen lazos afectivos con ellos, llegando a defenderlos ante las autoridades, negándose a declarar en su contra, manteniendo relaciones sexuales con ellos o uniéndose a sus grupos delictivos o causas políticas.
CASOS EMBLEMÁTICOS:
Bruno Richard Hauptmann
1932, Flemington, Nueva Jersey (Estados Unidos): Bruno Richard Hauptmann, un carpintero alemán, secuestra al hijo del aviador Charles Lindbergh, de 20 meses de edad, a quien saca de su dormitorio en la casa de campo de sus padres. Hauptmann pide un rescate, que es entregado tras una tortuosa negociación. El cadáver del niño es encontrado poco después en el bosque, semienterrado, en avanzado estado de putrefacción. Tras años de pesquisas, la policía arresta a Hauptmann, quien es juzgado y sentenciado a muerte, al ser encontrado el dinero del rescate en su casa. Siempre asegura ser inocente. Se le ejecuta en la silla eléctrica en 1936.
Arthur y Nizamodeen Hosein
1969, Londres (Inglaterra): Arthur y Nizamodeen Hosein, dos hermanos musulmanes nacidos en Trinidad, secuestran a Muriel McKay, esposa de un ejecutivo australiano ligado al ámbito periodístico, al confundirla con Anna Murdoch, la esposa de un multimillonario inglés dueño de los periódicos The Times, Sun y Sunday Times. Exigen un rescate que es pagado; pero matan a su víctima y se deshacen del cadáver, que nunca es encontrado. Tras ser arrestados y juzgados, se les sentencia a prisión perpetua.
Patricia Hearst “Tania la Guerrillera”
1974, San Francisco, California (Estados Unidos): Patricia Hearst “Tania la Guerrillera”, hija del editor millonario Randolph Hearst, es secuestrada por miembros del Ejército Simbiótico de Liberación, quienes exigen 6 millones de dólares en alimentos para los países del Tercer Mundo. Retenida durante semanas, violada y maltratada, la heredera reaparece durante el asalto a un banco en San Francisco. Es arrestada y declara que se ha unido a sus captores, tomando el nombre de “Tania la Guerrillera” en honor de Tamara Bunke, guerrillera boliviana que ayudó a Ernesto “Ché” Guevara. Hearst es juzgada y sentenciada por el asalto bancario.
Daniel Arizmendi “El Mochaorejas”
1995-1998, Ciudad de México (México): Daniel Arizmendi “El Mochaorejas” comanda una banda de secuestradores, integrada por varios cómplices y miembros de su familia. Secuestra, tortura y asesina a 21 personas, a quienes les corta las orejas y los dedos para enviárselos a sus familiares y presionarlos para pagar rescate. Ese capturado y sentenciado a 393 años de prisión en una cárcel de máxima seguridad.
Michael Devlin
2002-2007 (Estados Unidos): Michael Devlin secuestra a Shawn Hornbeck, un niño de 11 años de edad que juega en la calle, a quien mantiene prisionero en su domicilio para violarlo constantemente durante 5 años. Luego rapta a William Benjamin "Ben" Ownby, de 13 años de edad, a quien lleva también a su casa y viola durante semanas. Colecciona además pornografía infantil. Es descubierto y detenido por la policía. Tras ser juzgado, es sentenciado a prisión perpetua.
Fuente: Extraído del libro Monstruos entre nosotros. Historia y tipología de los asesinos, de Carlos Manuel Cruz Meza.
Via: EscritosConSangre