El autoproclamado Ángel de la Muerte, Charles Cullen, fue un enfermero que asesinó a más de 40 personas administrándoles una dosis letal de medicamentos que no requerían, normalmente digoxina, epinefrina e insulina.
Nadie fue capaz de descubrir sus crímenes a lo largo de 16 años y en 10 hospitales diferentes, convirtiéndose en uno de los asesinos más prolíficos del sector sanitario en los Estados Unidos.
Charles Cullen nació el 22 de febrero de 1960 en el seno de una familia obrera. Su padre, que era conductor de autobús, murió cuando él tenía 7 meses. Su madre, un ama de casa muy religiosa se queda sola al cuidado de 8 hijos. Cullen, que describe su infancia como “miserable”, intenta quitarse la vida por primera vez a los 9 años, tomando los compuestos de un juego de química que robó en el laboratorio del colegio. Éste sería el primero de unos 20 intentos de suicidio.
En 1977, la madre de Cullen y una de sus hermanas mueren en un accidente de tráfico. Cullen, destrozado por la pérdida abandona la escuela secundaria y se une a la marina. Allí consigue un rango alto en balística, trabajando en un submarino donde se encarga de los misiles “Poseidón”.
En esta época ya comienza a mostrar comportamientos extraños. Sus compañeros narran que terminó uno de los turnos vestido con un uniforme verde de cirujano y guantes blancos de látex que había robado del botiquín. Después de esto se encargó de los suministros, pero 7 intentos de suicidio más tarde, la Marina le da el alta especificando “razones médicas” en 1984.
En 1987, después de estudiar enfermería, consigue un trabajo en el St. Barnabas Medical Center, se casa y tiene dos hijas. Sin embargo, tiene fantasías en las que roba medicinas del centro médico para matarse. Poco después se clavó unas tijeras en la cabeza, motivo por lo que tuvo que ser operado de urgencia.
Su primer asesinato lo cometió en 1988, el día 11 de Junio, cuando el juez John W. Yengo ingresó por una reacción alérgica. Cullen le administró una sobredosis, lo que se convertiría en su modus operandi a partir de ese momento. Más tarde confesaría la muerte de otras 11 personas en el St. Barnabas, que abandonaría en 1992 a raíz de una investigación en la que se buscaba al culpable de manipular las bolsas de goteo intravenoso.
Un mes más tarde consigue trabajo en el Warren Hospital en Phillisburg. Allí administró a tres ancianas una dosis letal de digoxina, un medicamento para la insuficiencia cardíaca y otros trastornos del corazón. Una de sus víctimas, dijo que un enfermero misterioso le había inyectado algo de noche, mientras dormía, pero los familiares y los médicos desecharon el comentario.
La esposa de Cullen, Adrienne, pide el divorcio el 22 de enero de 1993, al mismo tiempo que presenta varias denuncias por violencia doméstica. Cullen es agresivo y tiene un problema de alcoholismo. Maltrata animales metiéndolos en bolsas de la basura, echa bebidas inflamables en los vasos de otras personas y gasta bromas macabras a las funerarias.
Más tarde, se muda a un sótano en la Avenida Shafer en Phillisburg y anuncia que quiere dejar de ser enfermero, sin embargo, necesita el dinero para pagar las pensiones de sus dos hijas.
Dos meses después empezó a salir con una compañera de trabajo. Después de quedar un par de veces, él le pidió matrimonio. Ella rechazó la oferta y Cullen se obsesionó: empezó a seguirla por todas partes, a llamarla y a dejarle cientos de mensajes. Además se coló en su casa mientras ella y su hijo dormían. Ella presentó una demanda por acoso y la policía lo detuvo por allanamiento de morada por lo que fue condenado a un año bajo fianza. Al día siguiente intentó suicidarse, así que le dieron dos meses libres en el trabajo y acudió a dos centros psiquiátricos, donde le trataron por depresión.
Ese mismo año, 1993, intentó suicidarse dos veces más, inyectó una dosis mortal de digoxina a una paciente postoperatoria de 91 años llamada Helen Dean y abandonó su trabajo.
Inmediatamente consiguió un nuevo trabajo en Centro Médico Hunterdon, en Raritan, Nueva Jersey. En 1994 se licenció en Pensilvania y consiguió un puesto fijo en la sección de cuidados intensivos y cardíacos que mantendría durante tres años. Él afirma que durante los primeros dos no mató a nadie, pero cuando fue arrestado en 2003, los archivos ya habían sido destruidos. En 1996 mató a 5 pacientes, con sus características sobredosis de digoxina.
Consiguió un nuevo empleo en el Morristown Memorial Hospital, en Morristown, Nueva Jersey, pero no mantuvo mucho este puesto: fue despedido por no hacer bien su trabajo. El siguiente medio año estuvo en paro y no pudo pagar las pensiones de sus hijas. Fue ingresado por depresión en el centro psiquiátrico del Warren, aunque no consiguió mejorar. Los vecinos afirman que por la noche podían verlo persiguiendo gatos por los callejones, hablando solo y gritando.
A principios del año 1998 fue contratado por el centro de rehabilitación Liberty Nursing en Allentown, Pensilvania para trabajar con pacientes que necesitaban respiración artificial. Fue despedido después de que le vieran entrar con jeringuillas en la habitación de un paciente que terminó con el brazo roto. Por suerte, le sorprendieron antes de pinchar al paciente. Además se le acusaba de administrar medicamentos a los pacientes en horarios no programados.
A finales de ese año consiguió trabajo en el hospital Easton en Pensilvania, y el 30 de diciembre administró una sobredosis letal de digoxina a un paciente de 78 años llamado Ottomar Schramm. Los forenses encontraron restos del medicamento en los análisis de sangre, pero la investigación se cerró por falta de pruebas y Cullen no fue acusado.
En marzo de 1999 Cullen abandonó el Easton para conseguir trabajo en el Lehigh Valley Hospital en Allentown, Pensilvania, donde asesinó a un paciente y lo intentó con otro. Mientras tanto, el médico forense Zachary Lysek, después de examinar a Ottomar Schramm afirmó que su tratamiento no requería la utilización de digoxina y dio parte a las autoridades.
Cullen se desplazó al hospital St. Luke e intentó suicidarse de nuevo el 11 de enero del 2000. Para ello metió una parrilla de carbón en la bañera con la esperanza de que el monóxido de carbono le ahogara, pero los vecinos olieron el humo y llamaron a la policía. Cullen fue ingresado en un centro psiquiátrico pero le dieron el alta al día siguiente.
En el año 2002 una enfermera dio parte de que había un compañero de comportamiento muy raro llamado Charles Cullen. Las autoridades y Lysek se dieron cuenta de que había siete enfermeros investigando a Cullen por diferentes razones. Un compañero encontró por casualidad frascos de medicamentos sin usar en la basura. Era bastante raro porque ese tipo de medicinas no eran utilizadas por los drogadictos ni eran valiosas de ninguna forma fuera del hospital. Se demostró que fue Cullen quien había cogido los frascos. Otro compañero había visto salir a Cullen del cuarto de varios enfermos que después murieron repentinamente, como era el caso de Diane Mackrell de 48 y Esther Stoneback de 71 años. Otros demostraron que aunque solo había estado el 20 por ciento de las horas en la unidad, había estado presente en dos terceras partes de las muertes. Además durante sus turnos había un sospechoso aumento de paradas cardiorrespiratorias. La falta de pruebas hizo que la investigación se abandonara en 9 meses, pero sí pudo probarse que había robado las drogas y fue expulsado del hospital.
En septiembre del año 2002 fue contratado por el centro médico Somerset en Somerville, Nueva Jersey. Sus representantes aseguraron que no sabían que Cullen había sido investigado en otros estados y que solo miraron sus credenciales cuando lo contrataron. En este periodo realizó su trabajo más mortal, acabando con entre 10 y 15 personas en 13 meses.
Trabajaba en la unidad de cuidados intensivos, y aunque salía con una mujer, sus sentimientos depresivos no mejoraron nada.
El estado contrató a un importante patólogo forense para que investigara las muertes sospechosas, pero el doctor Isadore Mihalakis no encontró nada anormal.
El Somerset estaba controlado por ordenador y los archivos reflejaban que Cullen miraba historiales de enfermos que no le correspondían y que solicitaba medicamentos para pacientes que no los necesitaban.
En el mes de Julio, Steven Marcus, el director ejecutivo de información de veneno y sistemas de educación de Nueva Jersey, informó de cuatro muertes por sobredosis altamente sospechosas que parecían obra de un enfermero. Mientras las autoridades estaban siendo informadas, Cullen ya había asesinado a cinco pacientes e iba a por el sexto.
El último paciente de Cullen que murió de una sobredosis de insulina llamó la atención de las autoridades que investigaron el historial del enfermero. Descubrieron varias mentiras en sus credenciales que le valieron el despido el 31 de octubre de 2003 y la policía lo detuvo finalmente el 14 de diciembre de ese mismo año al poder demostrar la muerte del reverendo Florian Gall y el intento de asesinato de Tin Kyushu Han, una enferma de 40 años que tenía cáncer y una enfermedad del corazón, ambos ingresados en el Somerset.
Charles Cullen accedió a declararse culpable y confesar todos sus crímenes a cambio de que no le condenaran a muerte. Según sus declaraciones, actuó así para aliviar el dolor y sufrimiento de los enfermos, pero las investigaciones confirman que muchos de los pacientes no mostraban enfermedades terminales o de gravedad. También afirmó que lo que hacían otros compañeros de darles medicamentos a personas que igualmente iban a morir era deshumanizarlos y que él se encargaba de salvarles.
Dijo a los detectives Timothy Braun y Daniel Baldwin que había vivido como en una niebla y que había olvidado ya a la mayoría de sus víctimas. No podía recordar sus caras ni por que los había elegido. Incluso llegó a negar muchos de los asesinatos, pero al revisar los expedientes médicos con él, finalmente admitió los crímenes. Los expertos creen que esto podría indicar que fue culpable no solo de los 40 crímenes reconocidos oficialmente, sino que pudo ser el causante de hasta 400 muertes que encajan en su patrón.
Lo que sorprendió a las autoridades es que su expediente estaba sucio y no era nada bueno, pero aun así nunca tuvo problemas para encontrar trabajo. Esto podría deberse a la escasez de personal de enfermería.
Durante el juicio, los familiares de las víctimas llevaron fotografías y le insultaron, pero él se mantuvo impasible.
El 10 de marzo de 2006 mientras se dictaba el veredicto, Charles Cullen no dejaba de repetir “Su señoría, usted debe renunciar”. Después de media hora sin que se callara, el juez William Pratt mando que le metieran un trapo en la boca y lo taparan con cinta adhesiva, pero aun así seguía intentando decir la frase.
Finalmente solo se le imputaron 22 asesinatos y 6 intentos, debido a la falta de pruebas concluyentes.
Fue condenado a 11 cadenas perpetuas sin libertad condicional en la prisión Estatal de Nueva Jersey en Trenton.
Después de este caso, Nueva Jersey, Pennsylvania y otros 35 estados cambiaron sus leyes para obligar a los hospitales a reportar todos los errores médicos serios y a hacer una evaluación más seria antes de contratar a ningún empleado.
De esta forma, el imperturbable Charles Cullen, se convirtió en el asesino en serie más prolífico de toda Nueva Jersey, y es posible que nunca sepamos cuántos crímenes cometió realmente, ya que para él fue muy fácil olvidar. Para quien quizás no sea tan fácil es para los familiares y amigos de todas sus víctimas, cuyas vidas fueron injustamente arrebatadas por el Ángel de la Muerte.