Elizabeth Beth Short: La dalia Negra

Elizabeth "Beth" Short nació en Massachussets el 29 de julio de 1924. Cuando era niña, su madre desapareció. La relación de Elizabeth con su padre estuvo siempre en tensión. Se comprometió dos veces con militares, los cuales murieron trágicamente. Todo ello hizo que cayerá en una aguda depresión.

A los diecinueve años se marchó de su casa y se dirigió, haciendo autostop, a Santa Bárbara (California). La policía la arrestó cuando se encontraba alcoholizada en un bar, en compañía de varios marineros, y la regresó a casa de su padre.

Pero Beth Short estaba decidida a irse de nuevo, esta vez con rumbo a Hollywood, para convertirse en una estrella. Ya desde temprana edad se la veía madura.

Elizabeth era una mujer muy hermosa. Blanquísima, tenía un cuerpo escultural, unos enormes ojos verdes y un cabello ensortijado de color azabache. Su cabello, así como su costumbre de usar siempre vestidos negros y provocativa ropa interior oscura, le valieron el sobrenombre con el cual pasaría a la historia: la Dalia Negra (The Black Dahlia), haciéndose eco de una película famosa por entonces, La Dalia Azul. Y, sin saberlo, su muerte la convertiría en un apasionante personaje en los anales del crimen.

Su llegada a la Meca del Cine no fue precisamente como ella esperaba. Incapaz de conseguir algún papel, terminó relacionándose con varios personajes sórdidos. Encontró en el alcohol un refugio y pronto comenzó a prostituirse (o mejor: a conseguir favores de las personas con las que se acostaba).

Se reunía además con varias lesbianas, ya que era bisexual. Así la conoció Robert "Red" Manley, un joven pelirrojo recién casado que se convirtió en su confidente, amigo y amante.

Fue Manley quien la llevó de Pacific Beach a Los Ángeles la noche del 8 de enero de 1947. La Dalia Negra se dedicó a recorrer algunos bares angelinos.

Fue vista con vida por última vez la madrugada del 9 de enero en el Hotel Biltmore, donde estaba hospedada. Al salir, dijo que "iba a conocer a un caballero". Se fue del hotel para nunca regresar.

Sus últimos días de vida constituyen un misterio reconstruido fragmentariamente. El asesino la capturó, la llevó a algún lugar apartado y allí comenzó a torturarla. Primero la amordazó y desnudó completamente; luego la amarró de las muñecas y los tobillos con una cuerda, y la colgó de cabeza, suspendida del techo. Así colgada, la golpeó a puñetazos en repetidas ocasiones en todo el cuerpo. Después le quitó la mordaza y procedió a cortarle con un cuchillo los músculos risorios del rostro, para mantenerla sonriendo grotescamente mientras duraba el brutal martirio.

El asesino se dedicó entonces a aplicarle cigarrillos encendidos en los pechos, tras lo cual seccionó un pezón. Le hizo además incisiones con una navaja en varias partes del cuerpo. Con el mismo instrumento, grabó en uno de sus muslos las letras mayúsculas "BD", iniciales de "Black Dahlia".

Le arrancó pedazos del muslo y se los introdujo en el ano y la vagina. El examen de su estómago indicaba que la obligó a comer excremento. Finalmente, la partió en dos a nivel de la cintura. Su tormento duró varios días y todo el tiempo estuvo consciente.

Su cadáver fue hallado el 15 de enero en el distrito de Crenshaw, al lado de la carretera, por un niño y su madre.

Mucha gente había visto el cuerpo pero, dado su estado, supusieron que se trataba de un maniquí. Impactaba la macabra sonrisa dibujada a cuchillo de oreja a oreja, así como la colocación del cuerpo, con los brazos doblados y señalando hacia arriba. El escándalo fue mayúsculo; la saña con que aquella chica de veintidós años había sido atormentada y asesinada era un reflejo de la sociedad estadounidense de posguerra.

Los periódicos se hicieron eco y durante semanas llenaron sus planas con nuevas informaciones del caso.

El primer arrestado fue Robert "Red" Manley, su amigo y amante, quien el 21 de enero sorteó el detector de mentiras y sólo admitió haber pasado la noche con ella.

Mientras era interrogado, una voz suave, de sexo indeterminado, llamó a la redacción del periódico Los Angeles Examiner y dio algunos detalles del crimen, que sólo el asesino podía saber. Prometió enviar algunas pruebas para comprobar su identidad.

El 23 de enero, se encontraron el bolso y los zapatos negros de la joven. El 24, un sobre con letras recortadas de distintos periódicos llegó a la redacción del Examiner con las pruebas prometidas: el acta de nacimiento de Elizabeth Short, su tarjeta de seguridad social, una identificación, varias fotografías personales, y notas recortadas de un periódico sobre la muerte del Mayor Gordon, uno de sus prometidos.

También se incluía una agenda de direcciones con una hoja arrancada; la policía especuló que en esa hoja debía estar el nombre del asesino, a quien probablemente la Dalia Negra conocía muy bien.

Llegaron dos cartas más: una donde daba más detalles del crimen y firmaba como "El Vengador de la Dalia Negra", y otra donde decía: "el asesinato de la Dalia Negra está justificado". Fue la última comunicación.

A partir de ese momento, la policía empezó a recibir llamadas: más de cincuenta personas diferentes, entre borrachos y dementes, confesaron ser los asesinos de la Dalia Negra. Entre las falsas confesiones estaban la de Joseph Dumais, un soldado veterano que golpeaba a las mujeres cuando bebía y que terminó internado en un manicomio por su obsesión con el caso. La de Daniel S. Vorhees, un mesero que llamó a la policía diciendo "Yo la maté", y a quien poco después le fue diagnosticado un trastorno psiquiátrico.

También John N. Andry, un médico experto en seccionar cuerpos que primero insistió en ser el asesino y luego se echó para atrás. Y una mujer que llamó a la policía para decirles: "Elizabeth Short me quitó a mi hombre, así que la maté y la corté a la mitad", y que poco después, admitió haber inventado la historia para darse notoriedad.

Una amiga de la víctima incluso señaló a Orson Welles, el célebre cineasta, como posible asesino. Había violado a varias chicas que trabajaron para él o aspiraban a hacerlo, eran legendarios sus arrebatos de violencia, y padecía personalidad difásica: canalizaba la frustración creativa en agresión. Los decorados de su película La dama de Shanghai, anterior al crimen, presentan similitudes espeluznantes con el cadáver de la Dalia Negra: figuras femeninas mutiladas del mismo modo, ligaduras, un maniquí al que habían desgarrado la boca de oreja a oreja...

Con el tiempo, el mito creció. Los rumores decían muchas cosas: que era amiga de Marilyn Monroe; que tuvo un romance con George Knowlton, el padre de la escritora Janice Knowlton, quien escribiría, décadas después, el libro Mi papá fue el asesino de la Dalia Negra. La policía siguió varias líneas de investigación, de las cuáles ninguna prosperó.

Una de las tesis más difundidas señalaba que el asesino era una mujer, quizás alguna ex amante o una esposa celosa. Sin embargo, el caso nunca fue resuelto. Ante esta situación, los mandos policiales optaron por crear un estado de opinión desfavorable para la víctima. Su vida, tanto la social como la íntima, fue aireada sin ningún tipo de ética. Se habló hasta la saciedad de su promiscuidad sexual, de su alcoholismo y de su tendencia casi patológica a mentir.

A finales del siglo XX, un policía de Los Ángeles acusó a su padre, el médico George Hodel, de ser el asesino de Beth Short. Se basaba en el hallazgo de un álbum de su padre, que contenía fotografías que mostraban a Short desnuda, en la experiencia médica de Hodel, quien sabía perfectamente cómo dividir un cuerpo a la mitad, y en la fascinación de Hodel por el surrealismo y la fotografía.

Hodel era amigo del artista Man Ray, y el cadáver de la Dalia Negra guardaba similitudes con la obra “El Minotauro”. Para el hijo de Hodel, su padre había convertido el asesinato en una retorcida expresión artística. Décadas después, el novelista James Elroy escribiría una notable obra sobre el caso, Brian de Palma adaptaría el crimen para rodar una película deficiente y el rockero Marilyn Manson pintaría un par de retratos de Beth Short.

Así pues, todos los indicios apuntan al Dr Hodel. Y yo estoy convencido de ello.